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viernes, 30 de abril de 2010

Peruanos Del Siglo 20, Jorge Basadre



Peruanos del Siglo 20; Ediciones Rickchay Perú, primera edición setiembre 1981; Jorge Basadre, Perú.

Este es un ejemplo de que no existe pequeña obra. Cuenta con 172 páginas, en formato pequeño y en edición popular, por pedido expreso de los herederos de Basadre por ser esta la voluntad de nuestro gran historiador. Inclusive al final se registra el inicio de la carta enviada por ellos al editor donde formalizan tal petición, imagino con la finalidad de que la obra pueda llegar a más personas a un precio muy accesible.
Jorge Basadre Grohmann nos presenta 48 reseñas con las biografías de igual número de personas de las cuales 45 de ellas son nacidas en el Perú; 1 nacido en Francia, Jorge Chávez, de padres peruanos; y 2 extranjeros, pero que son tal o más peruanos que muchos nacidos en nuestra tierra por los aportes realizados. Estas dos últimas personalidades son:

- Alberto Giesecke, de Filadelfia, Estados Unidos, quien con menos de 30 años y sin ser peruano fue nombrado Rector de la Universidad del Cusco en el año de 1910, por el presidente Augusto B. Leguía.
Estimuló el viaje de alumnos distinguidos al extranjero y editó la “Revista Universitaria”. Llegó a ser Concejal y ocupó la alcaldía hasta en tres ocasiones. Realizó el Censo en Cusco con tan sólo 288 soles y con la participación del alumnado. Además de Rector y Alcalde, fue catedrático en Estadística y Presidente del Centro Geográfico. Pavimentó las calles principales e hizo el camino hasta Saqsayhuamán y estableció el servicio de alcantarillado.

- Augusto Weberbauer, nacido en Breslau, Alemania, llegó al Perú con 30 años de edad con el afán de realizar investigaciones fitogeográficas. Viajó por casi todo el Perú, de pueblo en pueblo para luego de un trabajo de hormiga editar en Alemania, en el año de 1906 la obra “Plantae Novae Andinae Imprimis Weberbaurianae” en cuatro fascículos hasta el 1908 y cuatro más hasta el 1911. Recién en 1945 se editó en el Perú: “El Mundo Vegetal de los Andes Peruanos” donde da cuenta de sus expediciones botánicas en nuestro país, realizando así una de las contribuciones más formidables en el Perú del siglo XX.


Augusto Weberbauer

Los personajes incluidos en esta importante obra van desde Teresa Gonzales de Fanning hasta Julio C. Tello; de Martín Adán - pasando por Abraham Valdelomar, José María Eguren, José Santos Chocano y José Carlos Mariátegui - hasta César Vallejo; desde Felipe Pinglo hasta Jorge Vinatea Reinoso; de los Presidentes de la República Gullermo E. Billinghurst y también de Augusto B. Legía; todas las reseñas con lenguaje fácil, muy interesantes, e instructivas.
Los personajes que reúne la obra pertenecen tan sólo hasta la cuarta década del último siglo por ser ése el límite temporal en que fueron escritas estas semblanzas.
Hay sí, algunos errores de imprenta como escribir: “Universidad de Cuso”, obviando la letra “c” (siendo Cusco) en la página 65 por ejemplo, entre otras, que no llegan a macular el trabajo del historiador.
Muchas (sino todas) de estas pequeñas biografías son más que interesantes para ser transcritas. Algunos trechos sabrosos:

En la semblanza de César Vallejo por ejemplo, Basadre comenta: “El escritor Clemente Palma (hijo de Ricardo Palma) rechazó en 1911 una composición del entonces novel poeta para la revista “Variedades”, y esta acción se repitió en 1917 con otra que luego perteneció a “Los Heraldos Negros” tildándola - en una reseña realizada en la sección “Correo Franco” de aquella revista – de “mamarracho”, “adefesio”, “tontería poética”.
(Fragmento)


En la de Teresa González de Fanning el historiador nos presenta cómo esta brava mujer, editó en 1898 su obra: “Educación Femenina: Colección de artículos pedagógicos, sociales y sociológicos”, donde la autora expone que la educación debe tener “un carácter moral” e inculcar la decisión constante por el cumplimiento del deber, a la vez que la posesión de la verdad, y adquisición de útiles conocimientos asimilables al medio local en que se está destinado a vivir. Las monjas que abjuran de la familia del matrimonio y de la sociedad no son capaces de educar hijas sumisas y cariñosas, esposas ejemplares y buenas madres de familia, ni de enseñar el temple de espíritu, la expedición y el acierto para gobernarse en los casos difíciles y aun en los ordinarios, pues ellas (las monjas) huyeron de las tempestades de la existencia para refugiarse a orar tranquilamente en un santuario. (…) Teresa Gonzáles de Fanning se extiende, además, en otras consideraciones. Resalta el papel educativo de la madre que debe iniciar a su hija en los misterios del amor legítimo, dirigirla en la elección del compañero y hacerle conocer los deberes anexos al matrimonio y a la maternidad. Insiste en restringir los estudios teóricos, para compensarlos con la adquisición de conocimientos prácticos y manuales. (…) Educar a las hijas sólo para el matrimonio (afirma la autora) es erróneo, porque las hace pensar que es su único destino sobre la tierra.
(Fragmentos)



La autora se mandó con todo esto antes de 1900. Felizmente ya no existía la inquisición en Lima (fue abolida totalmente en 1820) sino la quemaban en algún auto por hereje y blasfema en nombre del Señor. Una escuela de mujeres lleva su nombre en Lima.
¡Tremenda vanguardista!


En la de Jorge Chávez (nombre que lleva el principal aeropuerto internacional en Lima) cuenta Basadre (entre otras cosas):
“En una reunión en Milán, en setiembre de 1910 la prueba principal consistía en un vuelo de Suiza a Italia con el paso por los Alpes por el cuello del Simplón. De los tres concursantes un italiano fue eliminado por no haberse presentado a tiempo presentado su aparato; un norteamericano se retiró de la competición luego de dos intentos infructuosos: quedaba el peruano. En su monoplano Bleriot, después de un ensayo infortunado, salió el 23 de setiembre de Briga, en Suiza, tramontó los Alpes y apareció en el valle de Domodossola. Había triunfado. Era “un joven del siglo XX cruzando por la ruta azul encima de aquellos Alpes por donde se arrastraron César y Napoleón”, según el periodista francés Hugues Le Roux. Nadie había hecho eso antes.
Aproximadamente a cinco metros de altura, las alas del aparato se desprendieron y doblaron “como las de una paloma”, y aquel cayó al suelo para estrellarse por la parte delantera. Luego se descubrió que una pieza de unión entre el fuselaje y un ala presentaba señales de rotura anterior y de una reparación imperfecta hecha con clavos. El piloto no tuvo culpa del accidente previo al aterrizaje, no por falla en el motor sino en la armazón de la endeble y primitiva aeronave. Quedaron la cola, los timones y las ruedas de bicicleta intactos y las alas no deformadas mayormente.
Transportado al Hospital de Domodossola llegaron hasta Chávez mensajes de felicitación por su proeza del rey de Italia, el presidente de Francia y numerosas personalidades de todo el mundo. En aquella época el paso de los Alpes apareció como un significado análogo al que más tarde logró el vuelo Lindbergh de Estados Unidos a Europa y en nuestro tiempo ha alcanzado la hazaña de Gagarin.
Chávez no tuvo pérdida de conciencia, y su casco de cuero quedó intacto. Tampoco sufrió lesiones internas, aunque sí se le encontraron fracturas en las piernas y pequeñas laceraciones y contusiones en la cara. Fue la suya una larga agonía. En ella pronunció, según Luigi Barzín frases entrecortadas como “La altitud, la altitud…”, “el motor, el motor…”, “Quiero levantarme”. Parece que sus últimas palabras fueron “No, no, yo no me muero”, si bien por versión de Juan Bielovucic, han sido difundidas estas otras: “Más arriba, más arriba todavía”. El poeta italiano Giovanni Pascoli concluyó la elegía que escribió con motivo de este sacrificio y que conmovió profundamente al mundo, con los siguientes versos:

- “Cae con su gran alma sola
Siempre subiendo. ¡Y ahora sí, él vuela!”




Murió el 23 de setiembre con 23 años de edad.
¿Por qué falleció Chávez? Su caída se produjo a baja altura. La muerte no sobrevino por las heridas. No hubo infección. Garrido Lecca diagnostica, a la luz de los conocimientos actuales un shock traumático y hemorrágico al hacerse insuficiente la cantidad de sangre circulante y desangrarse en los tres puntos de fractura en las piernas. Dentro del estado de la medicina de entonces, no fue posible una transfusión que hubiera sido salvadora, o sea la administración del líquido en forma endovenosa para remplazar la sangre perdida. Se le aplicaron purgantes y se le hizo tomar café y un poco de champagne. Él clamaba por beber abundante líquido.

(Fragmento)

Destacan también la semblanza de Santiago Figueredo, Vocal de la Corte Superior de Lima a inicios de 1900. Basadre inicia el colofón de su semblanza de la siguiente manera: “Ejemplo límpido de probidad y patriotismo. Santiago Figueredo ha sido olvidado por las generaciones nuevas. Sólo un malecón en el Callao y una calle perdida en Miraflores recuerdan su nombre; y si se hiciera una consulta pública, la mayor parte de las respuestas no atinaría a identificarlo.”
¿Y qué fue lo que hizo éste señor?
Comenzó como Vocal Fundador de la Corte de Junín, cuando los sueldos eran ínfimos, él igual continuó con su tarea, siempre con austeridad y notable desempeño. En 1872 se trasladó a Lima, llegó – sin pretenderlo él – a ser Vocal de la Corte Superior de Lima. Nunca tuvo la ambición de hacerse de la propiedad de esta función por ir en contra de sus principios. Él decía: “sólo quiero que se me haga justicia sin solicitarlo”. Nunca se le hizo. No se enriqueció en el cargo (¡Qué falta hacen personajes como él en nuestros días!) dejando como uno única fortuna su modesta Medalla de Vocal de la Ilustrísima Corte Superior de Lima.

“Figueredo, no obstante su precaria condición económica, fue uno de los pocos ciudadanos que se negó a solicitar de los poderes públicos el pago de sueldos devengados durante la ocupación chilena. Creía que no tenía derecho a cobrar esos haberes porque no los había ganado, pues su actividad en aquella época se desarrolló en el orden patriótico y no en el judicial.
Figueredo fue el símbolo de la Junta Patriótica erigida para ofrendarle al país la reconstitución de sus fuerzas navales. No se limitó a conservar los fondos de esa patriótica entidad: lo defendió contra poderosas asechanzas en 1894, 1899 y en 1906. Él quería que ése dinero se invirtiera única y exclusivamente en la compra de una nave de guerra buena y útil para el país; nada ni nadie logró hacerle ceder ni por un momento.”


Dudo mucho (y espero equivocarme) tengamos gente como don Santiago Figueredo en los cargos públicos en nuestros días.

Rumi Maqui; este personaje, como el anterior, era totalmente desconocido para mí hasta antes de leer el libro de Basadre. Es también muy interesante el haberlo descubierto y buscaré luego más información acerca de él. Ambos merecen el dedicarle un tiempo para transcribir sus reseñas, así más personas que no tienen el libro en cuestión conocen a personajes casi olvidados de nuestra historia. Igual, después de la presente reseña queda aún la curiosidad por saber más sobre este personaje. Basadre también se limita a transcribir lo dicho por otras personas respecto a Rumi Maqui, y tras un breve comentario dice: ”Merece ser estudiado con detenimiento y objetividad.” La semblanza es la siguiente:

“Teodomiro Gutiérrez Cuevas era un jefe del ejército que ocupó la subprefectura de Chucuito en 1904 ó 1905, y actuó a favor de los indios, con lo cual se suscitó la enemistad de los gamonales y de la representación parlamentaria. Manuel González Prada le dedicó un artículo con el título de “Autoridad Humana” reproducido en el libro “Prosa Menuda”. En 1912 fue Jefe Militar en Canas.
Cuéntase que Gutiérrez Cuevas llevó al presidente Billinghurst un libro con reclamaciones sobre la raza aborigen. Apoyado por comuneros, visitó entonces diversas imprentas de Lima. Fuese por este motivo o por acción propia, Billinghurst lo despachó como emisario personal para que estudiara la situación social en la Sierra del sur. Este delegado, era a la vez, Vicepresidente del Comité de Salud Pública. Un telegrama de Chucuito publicado el 21 de octubre de 1913 en Lima, denunció que Gutiérrez “apoya, alborota, excita y subleva nuevamente indios contra blancos” y que había rechazado los recursos de defensa de los “damnificados”. A la vez, acusó a los indios de Chucuito de bandolerismo y de haber saqueado y talado haciendas con la victimación de ciudadanos y soldados. Esta acusación halló eco en la Cámara de Diputados al apoyarla Bernardino Arias Echenique quien aseveró que se había producido la existencia de la antropofagia y que el delegado del Gobierno (Gutiérrez Cuevas) decía “que era el mesías que iba a allá a redimirlos” (a los indios). Anteriormente Arias Echenique había denunciado los desórdenes de campesinos de Samán, Caminaca, Achaya y otros distritos.
Antes de que Gutiérrez Cuevas realizara su misión apostólica, el 7 de febrero y el 6 y 7 de marzo de 1913 hubo matanzas de indios en Azángaro. “¿Qué hicieron las autoridades judiciales y administrativas ante los hechos criminosos que se acaba de memorar?” (preguntaba el Agente Fiscal de Azángaro, José Frisancho, después de referirse a estos desmanes y a los de Escanchuri de 1906, a la matanza de Cutur en 1911, a las de 1912 y a los horrores de Chupa también en 1911). “En unos casos (agrega) los subprefectos, por tratarse delincuentes adinerados, no han hecho otra cosa que concertar transacciones entre damnificados y agresores para asegurar la impunidad por ese medio vedado por la ley; y en otros de aquellos casos delictivos se ha llegado por el juez a incoar sumarios que no han pasado de actuaciones formulistas y de mera rutina; sin que exista ahora en el despacho y archivos del Juzgado ni uno sólo de estos cuerpos sumariales seguidos sobre los hechos que, involucrando crímenes concretos, en el anterior parágrafo se ha dejado apuntado”.
El sargento mayor Teodomiro Gutiérrez Cuevas, a quien Billinghurst enviara en 1913 en una comisión investigadora al departamento de Puno, se sublevó en 1915 con grupos de indígenas de Huancané y Azángaro. Capturado y en la cárcel, el gobierno ordenó su enjuiciamiento en la resolución de 2 de mayo de 1916. Le imputó el delito de traición a la Patria “por haberse levantado en armas para desmembrar el territorio nacional y constituir con algunos departamentos a los que mandó emisarios, el Estado del Tahuantinsuyo; para cuyo objeto agitó a las comunidades indígenas del departamento de Puno, proclamándose General y Jefe Supremo con el nombre de “Rumi Maqui”, y organizó las bandas armadas que, con cabecillas especialmente nombrados, asaltaron repetidas veces la propiedad privada”.
Rumi Maqui (Mano de Hierro en quechua) parece haber tenido un programa consistente en la reversión de todas las tierras a favor de los indígenas, según consta en un memorial al Presidente de la República firmado en Arequipa el 15 de febrero de 1921 por los propietarios del departamento de Puno y cuyo texto aparece inserto en el Diario de Debates del Senado correspondiente a la legislatura ordinaria de 1923. Allí también se transcribe una carta de Rumi Maqui escrita a raíz de su fuga a los diarios de Arequipa. “Hay necesidad de destruir a los gamonales y aliarse con Bolivia para formar la Alianza más poderosa, más rica, más noble y cristiana de América. Muy en breve estaré entre los míos, libre de los gamonales, guiado y guarecido por mis fieles amigos, los indígenas de Puno”.
El movimiento de Rumi Maqui fue recibido con sorpresa e ironía en Lima. Merece ser estudiado con detenimiento y objetividad.
Conflictos sociales habían existido durante largos años en aquella región, Habían indios en las cárceles de Puno y de Azángaro a consecuencia de ellos por presuntas rebeliones y con motivo de la de Gutiérrez Cuevas su número aumentó. Pero el diputado Luis Felipe Luna expresó en su Cámara en la sesión del 18 de octubre de 1916: “El mayor Gutiérrez no tuvo más delito que ser espíritu y aliento dentro de un orden estrictamente moral, proclamando y reivindicando la libertad, la igualdad, los derechos y las garantías perdidas, para esa raza más débil por su ignorancia que es la raza indígena. He allí el delito por el que el Mayor Gutiérrez fue arrojado en las cloacas de una cárcel, inventando para ello la fantasía de los terratenientes, la utopía ridícula de un conflicto de razas, de una restauración del imperio incaico y de planes siniestros de cesiones territoriales a la vecina República. Todo inventado, todo supuesto por el poderoso gamonalismo para correr un velo sobre sus enormes crímenes, para atraerse la fuerza moral de la opinión pública e inclinar hacia sí la simpatía y el apoyo de las autoridades”.


Otro peruano para admirar fue el intelectual Oscar Miró Quesada de la Guerra, de la familia del Decano Nacional “El Comercio”, que con tan sólo 14 años de edad fue delegado de los estudiantes al Congreso de Montevideo en 1908, estando entre los fundadores y teniendo el propósito de “popularizar la cultura”. Basadre nos entrega el discurso que dio el adolescente Miro Quesada en aquella cita:



“Nosotros los estudiantes, que hemos tenido la dicha de poder cultivarnos, que vimos con ojos curiosos descorrerse el velo impalpable que ocultaba las estatuas maravillosas y eternas de la belleza y la verdad, que nos hemos librado de la esclavitud de la ignorancia y de la superstición, debemos, si deseamos ser honrados y ser buenos, devolver a la vida lo que la vida nos dio, y cumpliendo la obra evangélica, enseñar a los que no saben así como a nosotros nos enseñaron. Que la palabra convencida y sabia de nuestros maestros no se pierda para siempre en la indiferencia egoísta de nuestros cerebros estériles, que las verdades superiores y esenciales que aprendimos en las cátedras sean comunicadas a los hombres humildes como la buena nueva, para que así podamos decir con el legítimo regocijo de un convencimiento sincero: lo que sabemos no se ha perdido, lo hemos enseñado a los demás, devolviendo a la vida lo que la vida nos dio: cultura de espíritu y liberación mental. Hemos pagado nuestra deuda”.
(Fragmentode la semblanza. El discurso está íntegro)


Finalmente, una de las más breves y una de las más interesantes semblanzas es la de Pedro Paulet.



Pedro E. Paulet
(Arequipa, 1874 – Buenos Aires 1945)

Cuando se escriba la historia de las ciencias en el Perú a fines del siglo XIX y comienzos del XX, habrá que dedicar suma atención al ingeniero arequipeño Pedro E. Paulet. Al sostener y probar en 1895 el principio fundamental de que “la propulsión vence a la atracción” apareció Paulet como el autor indiscutible de la retropropulsión. Inventó entonces un motor a reacción.
En 1900 hizo el primer diseño del motor industrial con tres cohetes, como consta en el manuscrito publicado en “El Comercio” de Lima el 10 de marzo de 1965.
En 1902 diseñó un avión torpedo sobre la base del motor a reacción por él creado en 1895. La cabina era cilíndrica, montada con un trípode con su correspondiente protector. Estaba completamente aislada y permitía el vuelo estratosférico o una inmersión. Anticipó Paulet la propulsión aérea a cohete en fecha que precede al sabio ruso Constantin Tziolkovsky (1903). Según su concepción, los cohetes propulsores estaban instalados en los alerones que eran movibles, bien sea para despejar o para mantener el vuelo horizontal. La aeronave era capaz de aterrizar, amarizar y sumergirse en el mar. La revista “Scientific Montlhy” de noviembre de 1950 en un trabajo con el título de “Early History of Rochet Research” y la revista “Outer-Space” citan a este visionario ingeniero peruano como inventor y precursor de la propulsión a reacción.
Paulet aplicó los principios mecánicos que en tiempos posteriores han hecho posible los vuelos espaciales.


Y estos son algunos de los que aparecen en esta obra de Jorge Basadre Grohmann. Para quien está en Lima, con un poco de suerte puede ser encontrada en los libreros del Jr. Quilca, lugar que algún día recorreré nuevamente.


Foto: Jorge Basadre Gromann

martes, 27 de abril de 2010

Ciudadela de Chan Chan, Huaca Arco Iris, y atardecer en Huanchaco; Trujillo 1

Saliendo desde Chiclayo en bus hacia Trujillo son 3 horas aproximadamente. También está la opción de ir en avión (tan sólo 30 min.) pero es más cara. La mejor empresa sigue siendo Cruz Del Sur, aunque haya otras con precios aún menores. Lo primero es buscar un hotel accesible en el centro de la ciudad. La ciudad de Trujillo está conformada por "dos anillos": el mayor es formado por la Av América y, en el interior de esta se forma un anillo menor: la Av. España, esta rodea todo el centro de la ciudad. Una vez instalados lo mejor es ver alguna agencia que haga los tours a los diferentes puntos turísticos - para así ahorrar tiempo -, que cuenta ya con los servicios de un guía especializado. Una vez instalados y con los tours separados fuimos a degustar la sabrosa comida norteña ahora en esta ciudad, en el restaurante “El Sombrero”, ubicado en la Av, Mansiche 267, al frente del Estadio Mansiche: muy bien servidos y muy recomendado.

Probamos el “Shambar”, una sopa muy consistente y muy rica, preparada con trigo, frejol bayo, alverjas secas, garbanzos, habas secas, ají panca, costilla de cerdo ahumada, jamón serrano, y hierba buena. Esta sopa es típica de la región “y que sólo se prepara los días lunes”, esa es la costumbre, para iniciar bien la semana, dicen. Luego pasamos a una “Corvina en Salsa de Langostinos con cancha serrana”, también delicioso, para variar.



Partimos hacia el distrito de La Esperanza (por aquí vive una buena amiga, Raquel Charcape, a quien lamentablemente no pude llamar por no tener su número), donde se encuentra la “Huaca Arco iris”, también conocida como “Huaca Del Dragón”. Se calcula una antigüedad de poco más de 1100 años a estos recintos pertenecientes a la Cultura Chimú.
La huaca (“lugar sagrado” en quechua – wak’a -) está construida toda en adobe, y sus diseños son en alto relieve, con figuras antropomorfas. Consta de unas rampas por las cuales se puede acceder a la parte superior de la huaca y obtener una vista general. Por estos días la ciudad de Trujillo recibió fuertes lluvias así que trabajadores del INC (Instituto Nacional de Cultura) colocaron plásticos sobre andamios y columnas metálicas para poder cubrir y proteger las paredes del lugar.



De ahí enrumbamos a la ciudadela de Chan Chan, perteneciente a la Cultura Chimú. A esta enorme ciudadela se accede por la vía que va hasta la Playa Huanchaco, siguiendo un desvío por un trecho de tierra afirmada.





Son 10 complejos, con un área de 14 kms², pero los visitantes sólo tenemos acceso a una pequeña parte de éstos: tan sólo puede ser visitada la ciudadela “Tschudi” o “Nik An”. Tan sólo este recinto demanda casi 1 hora el recorrido.









Recuerdo que en un viaje anterior, hace más de 15 años, junto con amigos: Cristian, Tania Espinoza, y Rosita Kano, cruzábamos por aquellas rampas porque era permitido y ahora no. Es cierto que muchas de los diseños en alto relieve han sido restaurados, pero igual, no deja de ser impresionante este lugar.











Según el antropólogo norteamericano Geoffrey Conrad, Profesor en Antropología y Profesor de Estudios de Culturas en Latinoamérica y el Caribe para la University Indiana Bloomington, a la muerte de un gobernante su sucesor heredaba sólo el cargo político, pasando las propiedades a sus descendientes, así, cada nuevo gobernante tenía que construir su propia ciudadela. A la llegada de los conquistadores españoles por 1532 la ciudadela estaba ya abandonada.









Cuenta con un ambiente al fondo de este recinto donde se forman grandes pozos de agua que es filtrada por el subsuelo desde el mar. Se calcula que en esta ciudadela habitaron más de 20,000 personas.



Los tótems que aparecen en las fotos superiores, en la entrada, son obviamente réplicas. Se refieren a las 17 estatuillas encontradas en octubre del 2009. Piezas de madera talladas, con más de 500 años de antigüedad y que serían de la última fase de la Cultura Chimú, en plena decadencia. Fueron halladas 20 hornacinas pero sólo 17 estatuillas de 80 cm de altura. Se calcula que fueron colocadas ahí entre 1350 d.C. y 1400 d.C. Estas son las originales cuando fueron descubiertos en octubre del 2009 y que ahora están en un museo:



Según las primeras indagaciones estas estatuillas daban la bienvenida (lo que explica la presencia de las réplicas en la rampa) a todo aquel que ingresaba a los templos. Las estatuillas del lado oeste llevan una concha en las manos, y las del lado este un caracol. Se piensa que represente lo femenino y lo masculino. Todas están talladas en una sola pieza de madera.



Luego fuimos a Huanchaco, a buscar habitación para el día siguiente y así quedarnos un día frente al mar, y claro, para que Cris vea nuevamente el atardecer en el Pacífico y la puesta del sol, ahora desde esta linda playa trujillana.

Ahí en Huanchaco nos alojamos en el “Hostal Las Brisas” (calle Raymondi 146, en una esquina, telf: 044-461186, e-mail: lasbrisashuanchaco@hotmail.com ), donde Pierina Vilchez Peña, la administradora nos atendió de maravillas.

La puesta de sol desde el Mirador en Huanchaco es una maravilla. Esta playa tiene mejor infraestructura que la de Pimentel en Chiclayo, y cuenta además con más y mejores restaurantes frente al mar. Es más limpia, y, aunque siempre hay que tener cuidado con las cosas, aquí en Huanchaco no hubo aquella sensación de peligro al sacar la cámara y cambiar de lente a cada momento como ocurrió en Pimentel. El día acababa y todo salía de maravilla.









Los mapas y algunos datos fueron tomados del sitio web del Guía Turístico Profesional Alfredo Rios Mercedes:
http://www.trujillodelperu.com/chan_chan.htm

lunes, 26 de abril de 2010

Domados Zaino Grand Reserve 2006




Los Domados 
Domados Zaino Grand Reserve 2006
60% Malbec , 40% Cabernet Sauvignon 
14,3% Grad. Alc. 
La Consulta, Valle de Uco, Mendoza, Argentina.

Siempre veíamos los vinos de esta casa y nunca nos hacíamos de alguna botella. Nos animamos por esta y fue trasegada el sábado, dándonos una muy agradable sorpresa, más aún por su bajo costo (RS29 unos $15), considerando que en Brasil el vino es caro. Siempre que nos hacemos de algún vino no es bebido en el mismo día de la compra. Generalmente dejo la botella de forma horizontal unos 20 días o más, en un lugar obscuro, sin ningún movimiento hasta el día de ser abierto. El término “Zaino” que aparece en la etiqueta y al que pertenece esta variedad, se refiere a los caballos cuyo pelaje lindan entre el rojo y el oscuro: un color castaño.

Al verter el contenido en las copas denota corpulencia mayor a la media en vinos de este rango de precio. Es de un púrpura obscuro, y es de una agradable densidad: al ser la copa girada y luego dejada en la mesa la bebida demora en caer por sus paredes, para luego formar lindas lágrimas de mediana intensidad. Un gran inicio. Ya en la nariz denota algo de ciruelas negras, y un poco de madera: agradable sensación. Al ser degustado, se perciben sus taninos finos, y nuevamente la leve sensación de madera está presente, así como también algo de ahumado, la asgtringencia no es tan fuerte, no es potente, es mediana y la encuentro elegante, y llega a ser envolvente; de mediano final, muy agradable. Mejoró acompañado de bolas de carne caseras que picábamos sin prisa. Toda una sorpresa.

viernes, 23 de abril de 2010

Tacama Selección Especial 2008




Viña Tacama S.A. 

Tacama Selección Especial 2008 
Tannat 65%, Petit Verdot 35%; 
14% Grad. Alc. 
La Tinguiña, Ica, Perú.

Como peruano es obvio que ya probé vinos de mi país, pero de esto hace ya muchos años. En aquel tiempo lo hacía de manera inadecuada, sin prestarle la debida atención, o incluso, por ignorancia, refrigerándolo: terrible error, y aún así recuerdo - debo confesar - haber gustado lo probado. Y es por eso que ahora, cuando alguien me pregunta el clásico: “¿Existen vinos peruanos?, ¿Y cómo son?”, no sé responder la segunda interrogante. En el último viaje al Perú ya contábamos con 2 botellas de Pisco Demonio de los Andes – de Viña Tacama también - en la maleta, debidamente protegidas, y no queríamos traer de esa manera (con los movimientos que sufre el equipaje durante el viaje) un vino. Así que, pasado todos los controles del aeropuerto nos hicimos de éste vino en el Duty Free del Aeropuerto Internacional Jorge Chavez, previo al embarque.

Las reacciones anoche ante esta bebida fueron diferentes, y es justo que señale esto, ya que, no quiero sesgar lo que sentí por el vino en sí por el hecho de ser un producto de mi país, y es que, para volver a beber un vino peruano va a pasar mucho tiempo, pues son casi imposibles encontrarlos en el extranjero.
Aquí tengo el papel con lo que C percibió, y adjunto lo que yo percibí:

A la vista:

C: Vinho cor bordô, mais escuro, e não parece ser encorpado.
 M: es obscuro, no tiene reflejos, parece de cuerpo mediano, y no forma ninguna lágrima en las paredes de las copas.

En la nariz:

C: frutas vermelhas bem marcado: framboesas e no fundo algo de morango. Tem também um pouco de madeira.
 M: luego de escucharle aquello yo estaba observándola con detenimiento y gracia: ¿Cómo encontró todo eso? Mi primera sensación es de alcohol, es muy suave pero lo suficiente para eclipsar otras cosas. Pasado un tiempo en la copa esa sensación desaparece, y tan sólo encuentro algo de fresa (morango) en el fondo.
Al probarlo:

Hasta aquí ella no había reparado de qué cepas era el vino por estar atenta en lo que cocinaba: a ella no le agrada mucho la cepa tannat, aunque el último Giménez Méndez Premium Tannat le encantó.

C: é suave, muito suave, é seco, não é ruim mas tampouco é bom, não tem sabor a nada: é insípido.
M: deja una suave sensación de amargor que debe ser del tannat, esta se aloja en la parte superior de la boca, pero, cuando debería asentarse y esta sensación crecer, de pronto desaparece. No es potente. La sensación de alcohol sólo se siente si lo bebes ni bien lo serviste. Al dejarlo poco menos de media hora en la copa no se percibe en lo absoluto. Su acidez es equilibrada. Hay una sensación de sequedad que no es fuerte pero está. El sabor no me remonta a nada. Aquella sensación de leve amargor es agradable, pero lamentablemente efímera.

Los porcentajes utilizados de cada cepa no son indicados en las etiquetas. Estos aparecen en la página web de Viña Tacama:

www.tacama.com

En Perú encontré varios vinos sólo de esta viña, además de los vinos de las bodegas “Santiago Queirolo” y “Ocucaje”, que dejó una gran curiosidad por probarlos ahora.

Nunca habíamos probado (quizá antes, sin darme cuenta, no sé) la cepa Petit Verdot, esta vez ensamblada con el tannat.

C: “sabe quando tem pouca expectativa por um vinho, e depois de experimentar, essa sensação foi menor ainda?: isso é o que percebi desse vinho.”

Yo no lo encontré desagradable, pero no es un gran vino, y está lejos de ser memorable. Si esta sensación tánica hubiese sido duradera hubiese sido mejor, para mí. Quizá el porcentaje del Petit Verdot haya influenciado en “equilibrar”- malograr, para mí - esa tanicidad. Aquella leve sensación de sequedad quizá signifique que la travesía haya afectado al vino, no sé. Hubiese sido bueno comprar dos en lugares diferentes, o mejor, beberlo allá para ahorrarle el viaje.

jueves, 22 de abril de 2010

O Cerco ao Atirador Solitário, Ignácio De Loyola Brandão



Anoche terminé la traducción de este excelente capítulo de la novela "Zero" del gran escritor brasilero Ignácio De Loyola Brandão. La novela toda es muy recomendable, y, ante la poca difusión en lengua española de tantos y muy buenos escritores brasileros pensé en dejar aquí una pequeña contribución. Este capítulo es parte de un todo en la novela.

La historia está ambientada en un pueblo de América Latindia, gobernado por una dictadura, donde José (el personaje principal del libro, junto con su pareja Rosa) se encuentra con este caos mientras pretendía encontrarse con Gê, en un punto de la ciudad.

Sobre las anotaciones al final del texto, sólo el punto (2) es mío, intentando explicar el término "corpo fechado", que no es usual en nuestra lengua, y en Brasil sí. Los otros cinco puntos (el 1, y del 3 al 6) sí aparecen en la novela. De Loyola Brandão utiliza mucho en esta obra esas anotaciones a pie de página, donde con sorna explica o realza lo escrito durante el transcurrir de la trama.

El cerco al francotirador solitario.

Sucedió el mismo día en que el avión papal llegó, trayendo 4 mil quilos de presentes para el pueblo hermano, con la bendición del Sumo Pontífice: el primer disparo fue a las nueve y media de la mañana. Acertó en una comerciante de 18 años, novia, pobre (1), con una bala Dundum que explotó en su pecho. Era una plaza, con la estatua de un hombre a caballo, héroe de libros y lecciones de historia. Llegó una radiopatrulla. Cuando el guardia bajó, otro disparo. Fue tan rápido que el cuerpo se quedó en pie, sin cabeza, con el cuello abierto. El otro guardia no tuvo tiempo de bajar: la barriga de éste reventó, los intestinos volaron para una tienda de calzones y sostenes en liquidación. Descubrieron al hombre al pie del caballo, en la estatua. Tenía una caja grande de municiónes y varias armas. La estatua era más alta que los edificios alrededor. Los tiros atravesaban ventanas, vitrinas. Entre las nueve y media y diez horas cuatro cayeron muertos. A las diez y media llegaron ocho radiopatrullas y un carro de la Represión Especial, comandado por Neco Trombada, el más alto y fuerte de todos los agentes. Violento, de hablar mucho y actuar poco, conocido por asesinar bandidos sin preguntar el porqué. Contaban (en el interior de la policía, entre ellos, así que no se puede afirmar nada, porque podría ser calumnia, envidia) que en el inicio de su carrera, a los veinte años, fue secuestrado por un negro en una favela, y que aquel negro lo violentó. Ahora él bajó a la plaza, a comandar, gritando, ametralladora en la mano, apuntando, el súper hombre de la policía, hasta creía en "corpo fechado"(2). Y el francotirador solitario acertó a Neco entre las piernas. Neco gritó, descargando su arma en una tienda de calzoncillos.
Nadie puede bajar por las calles. El francotirador solitario era rápido. Parecía poder ver a 360 grados. No dejaba nada moverse abajo. Las personas se escondían adentro de las tiendas, atrás de árboles y postes. "Terrorista", le gritaban, temblando, y queriendo ser él, allá arriba, omnipotente, con el poder de la muerte sobe los de abajo. Confusión, carros parados, congestionamiento, bocinas, gritos, pitazos, sirenas, ventanas de carros quebradas. Llegó un camión del ejército. El comandante fue muerto al pisar el tapabarro del vehículo. Después, en la lona de la carrocería se abrió una línea horizontal, absolutamente recta, de orificios del mismo tamaño. Los militares que estaban sentados en los bancos, de espaldas a la lona cayeron fulminados, lado a lado, mientras los otros se tiraban al piso y se rehusaban a bajar.
A la una de la tarde, las Tropas Especiales de la Represión, dos Batallones del Ejército Anti-terror, cuatro tanques, cuatro rocha-buses, ocho carros blindados armados con morteros de 4,2 pulgadas (3), bazucas de 66mm tipo M 72, leve: 2 kilos (4). Se dispuso, en puntos estratégicos, bajo la orden de un oficial llamado como el Estratega (5). Mientras se colocaban algunos iban cayendo, y transformándose en fotos para las galerías de héroes en las paredes de las comisarías, cuarteles, corporaciones y afines, homenajeados año tras año.
Le disparaban, el hombre respondía.
Las balas daban en la estatua de bronce, como campana sonando en fiesta. La potencia del fuego de los que estaban abajo aumentaba gradualmente, el hombre respondía pausado, regular, metódico. Los lanzallamas (6) alcanzaban mediana altura y la estatua parecía ser envuelta por el fuego, aquel antiguo héroe con su caballo sobresaliendo de las llamas de la batalla. Pero el hombre disparaba, y los que se aproximaban con los lanzallamas caían, y otros retrocedían. Utilizaban ametralladoras, fusiles de alta precisión, morteros.
Y llegó la televisión, haciendo una cobertura exclusiva para el programa de las 22 horas. Llegaron los camarógrafos, las radios, la prensa escrita, todos contentos porque aquello era como una guerra, sin el peligro de una guerra. Periodistas subieron a las azoteas de los edificios, fotografiaron con teleobjetivos al francotirador solitario, revelaron las fotos. La televisión con transmisión en vivo - con el patrocinio de Jugos de Tomate, el más rojo, el preferido por las amas de casa – mostró la foto: un hombre de unos treinta años, cabello grisáceo, barba mal hecha.
José había ido al séptimo piso, para comenzar a bajar. Había cuatro departamentos por piso. Todas las puertas abiertas. Cada puerta daba a un pequeño hall. En ese hall estaban las putas. Dos por departamento. Estaba caliente ahí y ellas se echaban aire con abanicos, revistas o con las propias manos. El edificio se llamaba “Pombal”, y estaba lleno de gente. Siempre que José llegaba ahí subía hasta el último piso y comenzaba a bajar, siempre mirando a los que subían y bajaban más que interesado en comer a alguna de esas mujeres. El edificio tenía olor a desinfectante, disimulando el hedor a cerveza, basura, sudor, semen. Él entró con la mulata del cuarto piso cuando escuchó el ruido todo. A esta altura hacía ya como media hora que el francotirador solitario estaba debajo de la estatua. Fue a la ventana. El problema sería saber como Gê llegaría hasta ahí para conversar con él. A un lado de la puerta había una señal: una rayita horizontal y cuatro verticales: la marca de los Comunes -¿Magdalena sería una “Común”?-. Magdalena lo codeó, señalándole el camión de prensa; José entró. Tal vez se la cogía mientras Gê no llegaba. El problema sería si vendría, con tamaña confusión formada por aquel loco allá al pié de la estatua -¿Qué será lo que quiere aquel?-. Bien que él sabía. El francotirador solitario no tenía la más mínima chance, pero conseguiría un gran final, apoteósico; le daban ganas de aplaudir ahora mismo. La prensa gráfica estaba barriendo el edificio con sus potentes teleobjetivos. Más tarde, en los servicios de información pasarían las imágenes, examinarían cada rostro en la ventana, cada rostro en la multitud, intentando descubrir Comunes, terroristas, subversivos, criminales. Había sesiones diariamente. La prensa funcionaba, era mejor desistir, Gê no vendría.
Había un plan de batalla en la plaza. Batallones arrodillados, con sus armas apuntando. Tanques con cañones lanza morteros de 81 mm, desmontables en tres cargas; ametralladoras M2, pesadas; ametralladoras M60 calibre 7,62 tipo OTAN, 600 tiros por minuto, munición en cinta, con cambio de base para trípode o no. Las calles alrededor cerradas. El Estratega daba las órdenes a través de un Walkie-talkie. Era su primera misión grande y quería salir bien. Declaraba a la prensa, era filmado, lo pasaban por los noticiarios. El Departamento de Relaciones Públicas ya repartía su biografía mimeografiada, las batallas que había vencido en Corea y Vietnam, las Manifestaciones Populares de varios países de Medio Oriente, su participación en la Guerra de los Seis Días.

- “El problema es que necesitamos ametralladoras M 642-59, alemanas, que disparan dos veces más rápido que las M60.”

El francotirador solitario descargaba y se escondía. En cada descarga le atinaba a uno, tal vez dos. Las ametralladoras comían los pies de la estatua, las balas se estrellaban en las patas del caballo. Habían llamado a otro francotirador para que estudie la fórmula para poder dar un tiro en un ángulo, de tal modo que, de rebote, acierte en la espalda del tipo. Problema: la distancia exigía un arma fuerte, de bala dura, eso haría con que la bala penetrase en el bronce.
A las dos de la tarde el Comandante en Jefe de las Represivas, acompañado de altos mandos militares y de autoridades civiles y eclesiásticas visitó la plaza y reclamó: “¡Estamos destruyendo la estatua de un héroe de nuestra patria!”. El pedestal estaba lleno de huecos de bala. “¡No! No pueden usar granadas”. Pensaron entonces en traer un rayo láser y cortar el pedestal, hacer caer todo y luego erigir la estatua de nuevo. Nadie aprobó la medida.
El Estratega se irritó: ¡Qué me interesa el Héroe de la Patria, mierda! - pensó -. Cavilaba en algún plan sin encontrarlo. Estaba acostumbrado a la selva, al enemigo escondido. Pero ahora, el enemigo estaba ahí, visible. Pasó la mano por su collar – le daba suerte -. Era un collar de orejas humanas entrelazadas en un hilo de nylon. Orejitas secas, como pasas. Como los héroes del far-west que marcaban las muertes en el mango del revólver, o los aviadores que colocaban banderitas en sus cabinas, él también tenía sus manías: quería la oreja del francotirador solitario, pero no se le ocurría cómo hacer para conseguirla.
Fue aquel día, cuando estaba a punto de arrepentirse: recibió el llamado del Ex Mayor Allistair Wicks, de Baker Street. El Estratega estaba en el Zambesi Club en Londres, cuando recibió el telefonema: “Misión en América Latindia”. Él, que después que acabó lo de Vietnam pensó en ir para África o India, cualquier lugar donde necesiten de mercenarios, tal vez Medio Oriente, Egipto, Israel. Increíble: no estaba fácil trabajar. No entendía lo que pasaba en el mundo. Restaba América Latindia, una idea graciosa. El Estratega conocía bien las antiguerrillas en la selva y aceptó el contrato: mil dólares por mes, diez mil dólares de indemnización en caso de muerte, aunque…: ¿A quién mandaría el dinero?
El Estratega trabajó con el Coronel Jean Schramme, el belga, y con el francés Bob Denard. Muchos años en África envueltos en Chombe, Tanzania.
Nadie sabía el verdadero nombre del Estratega y tal vez él mismo lo hubiese olvidado, siempre acostumbrado con el apodo. Con cincuenta años vivió siempre con el arma en la mano, envuelto en batallas en tiempos de paz, convivía con tipos de los cuales también nada sabía, a no ser por escasas referencias. Un ex SS, otro de la Gestapo, uno de la OAS, otros de la CIA; convivió con políticos exiliados, políticos fracasados, idealistas, mercenarios, desertores, guerrilleros, cubanos, alemanes, griegos, argelinos, africanos, aventureros: todo un mundo de clandestinidad, ambiciones, intereses. Conocía antiguos compañeros que hoy son jefes de estado de naciones pequeñas, sustentadas por norteamericanos, o rusos, o chinos, o franceses. En el mismo avión en el que embarcó rumbo a América Latindia el Estratega se encontró con Bimns y Craig, y Delgay, y Bukuvu, pasándose por periodista, por agregado cultural, por representante comercial, por técnico en telecomunicaciones – los gobiernos de América Latindia quieren instalar televisión a colores - respectivamente, pero tres de ellos eran agentes de la CIA, y otro pertenecía a un obscuro y poderoso órgano de los Estados Unidos. Era bueno saber que iban todos al mismo lugar, ya que había siempre la posibilidad de un trabajo conjunto, y por ende más dinero.
Fue cuando descubrió: la nueva misión no era para la selva, era para la guerrilla de la ciudad, y de ciudades él no entendía, y ni quería entender. Odiaba la ciudad. Fue en una ciudad que tomó los únicos dos tiros de toda su carrera. Desesperado en Harlem, buscando a los negros que disparaban desde los balcones, de las ventanas, de los techos, salieron por la mitad de la calle maldiciendo por que ellos bajasen y vengan a pelear como hombres, y tengan casi arrancado su oreja, el hombro, un dedo, un pie. Él renunció aquella misma noche y voló hacia Londres al día siguiente, ansioso por regresar a la selva, buscando al Mayor Wicks, y esperando un llamado.
Había dicho que en América Latindia habían selvas, ríos, indios, animales feroces, mosquitos, calor, cataratas, palmeras, música, mujeres morenas, hombres de bigote, sombreros, cestas, zambas, carnaval, y las mujeres se entregaban a los americanos, ingleses, alemanes, porque gustaban de hombres rubios y fuertes, y que los hombres de allá eran endebles, enfermos, desnutridos, y morían solos: sería fácil ganar mil dólares mensuales.
Y ahora tenía que desalojar a un loco al pie de una estatua.
Neco había garantizado que lo resolvería. El Comandante no quiso Policía Civil envuelta en el caso.
Ahora los rocha-buses estaban descargando sus fuertes chorros de agua. Las ametralladoras, protegidas por escudos de acero, se aproximaban. Se dejaban escuchar las balas del francotirador solitario rebotando en tales escudos. Evacuaron los edificios que se encontraban atrás de la estatua, colocando francotiradores en las ventanas, pero las patas y la cola del caballo impedían la visión. Megáfono en mano el Comandante se dirigía a los gritos. De minuto a minuto las balas llegaban de los lados, de abajo, el fuego de los lanzallamas subía, los chorros de agua formaban una nube compacta. Y el francotirador solitario, indiferente a la bulla, al calor insoportable, a las ráfagas de balas, continuaba matando más policías.

- ¿De qué sirve? - preguntó Gê – Él está allá, disparando, matando gente…, todo para nada.
- Yo entiendo – dice José -, pero esto es la única cosa que la gente puede hacer.
- Si quieres hacer algo, ven con nosotros.
- Pensé en eso. Pero no creo en las cosas en que ustedes creen.
- Por ahora es suficiente con tener rabia. Con el tiempo aprenderás quienes somos, gustarás de nosotros, lucharás como nosotros.
- No, no voy, me quedo solo. Mi lucha es sólo mía.
- Pero qué tonterías dices…, tú sólo estás furioso. Y cuando la furia pase, acabó, y todo quedará en nada. Todo lo que las personas hacen solas siempre queda en nada.
- Y todo lo que la gente hace con otros queda en nada también. Solo arriesgo menos. Un hombre solo se conoce mejor, conoce sus flaquezas y puede meditar e ir conociendo sus cualidades: es más fácil ser un solitario.
- Es más cómodo, sí.
- No. Un grupo trae problemas, desconfianza, envidia. ¿Hasta qué punto todos son fuertes y corajudos de la misma manera? Esta es una buena pregunta: ¿Hasta qué punto alguien aguanta tortura para no delatar a los otros? Cae uno, cayeron todos.
- Siempre alguien queda y todo continúa. Estando solo, tú caes y todo acabó.
- Si yo caigo nada más me interesará.
- ¡Eso es egoísmo! Tú eres un buen tipo. Nosotros estamos al tanto de lo que tú has hecho. Simplemente por hacerlo nomás. Sin sentido. Podrías ser útil.
- No es egoísmo. Cada uno es una persona. Y tampoco es novedad, no llegué aquí a decir cosas originales: sólo quería decir que soy yo, que no consigo ser parte de ustedes. No es mi culpa. Así nací.
- Bueno, dejémonos de boberías. La gente actúa como quiera.
- Mira Gê, nunca entenderías. Un grupo para mí es un castillo de naipes: soplas en la base y todo al piso. Yo vine para lanzar fuego sobre la tierra, y ya quisiera que estuviese ardiendo.

Gê va bajando, vestido de mujer, pintado como puta, con peluca rubia. Pasa sin percibir la camioneta de prensa, se mezcló con la multitud.
A las tres de la tarde, con los policías histéricos, las Milicias, el Comandante, el Estratega, todos gritando, recogiendo sus muertos y heridos. Por pedido del Comandante helicópteros rondaron la plaza, a diez metros encima de la estatua, accionando sus ametralladoras. Estaban en la barriga del aparato, eran circulares y soltaban balas como si fuese lluvia – Minigum 67,62 mm.- Seis mil balas por minuto. En pocos segundos el caballo estaba sin cabeza, y el héroe, en su lomo de bronce, sin piernas ni espada. Fue entonces, en el preciso instante en que las ametralladoras dieron un segundo descanso, el francotirador solitario se irguió disparando contra los pilotos de las naves, como James Bond en esas películas.

- Sí, mi hermano. No sé que anda haciendo él allá encima, se debe haber vuelto loco. Yo sabía, estaba seguro que algún día esto sucedería, sólo que no esperaba que fuese tan rápido. Adamastor tiene sólo veinticinco años.

Las radios y televisoras, los periodistas todos tenían cercado a aquel hombre de anteojos redondos. Él había visto la foto divulgada en la tv, y vino corriendo, consiguiendo perforar la multitud, auxiliado por un guardia. Era chofer de la plaza, y vestía ropas sudadas.

- Adamastor sólo pensaba en triunfar en la vida. Decía que un día llegaría a ser alguien. En el barrio nadie dudaba que lo conseguiría. Estaba estudiando, pero después, ya en el curso, tuvo que parar: era muy caro, y él no tenía dinero para pagarse un cupo en una universidad. Aquel curso garantizaba el cupo, pero era caro, muy caro. Así que Adamastor tuvo que desistir. Después que eso sucedió quedó medio transtornado. Comenzó a trabajar aquí y allá, no mantenía ningún trabajo, creía que ninguno valía nada. Comenzó a trabajar en consorcios, acabó envuelto con la policía, fue a trabajar en compañías de inversiones: era una cosa que daba dinero, todo el mundo se enriquecía, menos Adamastor. Todo empeoró cuando la novia peleó con él, porque Adamastor estaba medio raro. Pero no era nada de eso, no, él sólo quería triunfar en la vida. Si lo hubieran dejado estudiar, si hubiese tenido la oportunidad de tener un buen carro, una casa, una chacrita, una mujer bonita, dinero en el banco, todas esas cosas que hacen feliz a la gente pues…. Él había sido una buena persona. Y ahora iba a morir ahí, debajo de un caballo.

Entonces se escuchó el ruido de un avión, y los tanques se alejaron, la Milicias comenzaron a ahuyentar al pueblo aglomerado. Los megáfonos pedían que evacuasen rápidamente todos los edificios. A las cinco de la tarde no había nadie más; fue cuando el avión regresó. Sobrevoló la plaza y se mantuvo suspenso encima de la estatua. Fue tan sólo un segundo. Se abrió la barriga del avión y la bomba cayó. Llegó con aquel zumbido que se escucha en las películas. Todo tembló. No quedó un edificio en pie, no sólo en la plaza, sino muchos metros a la redonda. Pedestal, caballo, jinete y el hombre subieron en el aire, desintegrándose en una nube de polvo y cemento, de piedra y bronce, de huesos y sangre, y fierro. A las siete de la noche no había nada más que un inmenso cráter, mientras que los tractores de la municipalidad se preparaban ya para reconstruir la plaza, y el Instituto Histórico Geográfico encomendaba una nueva estatua para el héroe, y el alcalde pensaba ya en el cartel a instalar: “Una nueva obra de esta administración a ser culminada y entregada en 180 días”.

(1) El melodrama copia a la vida.
(2) Corpo Fechado (Cuerpo Cerrado), en la religión Ubanda y/o creyentes de espiritismo, se dice de aquellos que no reciben mal en el cuerpo, por diferentes razones. De manera coloquial se entiende como: difícil de morir.
(3) Usadas en Vietnam
(4) Presente de los Gobiernos Amigos.
(5) Oficial jubilado de las guerras en Corea y Vietnam, cedido temporalmente para las acciones en América Latindia como consejero.
(6) Aprobados en la extinta guerra de Vietnam.

miércoles, 21 de abril de 2010

La Caza Sutil, Julio Ramón Ribeyro




La Caza Sutil; Ed. Milla Batres 1975; primera edición; Ensayos – Crónicas; Julio Ramón Ribeyro, Perú.


El autor en la contra tapa nos anuncia:
“Ernest Junger emplea repetidas veces en su Diario la expresión Caza Sutil, refiriéndose así a su actividad favorita, la caza de insectos. Distingue así esta actividad de la caza mayor, que requiere más esfuerzo, mejor equipo, superior preparación.”
Los 21 textos encontrados aquí van desde la crítica literaria, pasando por las crónicas y llegando a sus reflexiones sobre hechos que merecieron la atención del autor en su debido momento, siempre elaborado con la fineza que lo caracteriza. Son textos que fueron publicados en diarios y/o revistas a mitad del siglo anterior, algunos muy sabrosos como el que transcribo aquí, “El Amor a los Libros”:

“Alfredo Gonzáles Prada cuenta que su padre, don Manuel, sentía por los libros un respeto casi religioso, al extremo que era incapaz de subrayarlos o de trazar notas marginales. Se contentaba con redactar largas tiras de comentarios que añadía cuidadosamente al final de cada libro leído. Todo ello indica que don Manuel no amaba a los libros, sino que era un “respetuoso” lector.
En realidad existe un amor físico a los libros muy indiferente al amor intelectual por la lectura. Por lo general el gran lector no ama a los libros, así como el don Juan no ama a las mujeres. El gran lector coge los libros conforme caen en sus manos, los usa y los olvida. El amante de los libros, en cambio, los ama en sí mismos como cuerpos independientes y vivos, como conjunto de páginas impresas que es necesario no solamente leer, sino palpar, alinear en un estante, incorporar al patrimonio material con el mismo derecho que al bagaje del espíritu. El amante de los libros no aspira solamente a la lectura sino a la propiedad. Y esta propiedad necesita observar todas las solemnidades, cumplir todos los ritos que la hagan incontestable.
El amor a los libros se patentiza en el momento mismo de su adquisición. El verdadero amante de los libros no tolera que el expendedor se los envuelva. Necesita llevarlos desnudos en sus manos, irlos hojeando en su camino; meter los pies en un charco de agua, sufrir todos los transtornos de un primer encantamiento. Llegando a su casa, lo primero que hará será grabar en la página inicial su nombre y la fecha del suceso, porque para él toda adquisición es una peripecia que luego será necesario conmemorar. Con el tiempo dirá: “Hace tantos años y tantos días que compré este libro”, como se dice: “Hace tanto tiempo que conocí a esta mujer”.
Cumplido este requisito, el amante de los libros, cogerá el primer objeto que encuentre a su disposición – sea regla, tarjeta, u hoja de afeitar – y comenzará a cortar las páginas del libro y lo irá leyendo progresivamente con vehemencia, con sobresalto; como se ama a una novia conforme se la va descubriendo. Y durante el proceso de la lectura no resistirá ninguna tentación. Lo cubrirá de caricias y de rasguños. Las páginas se irán cubriendo de “ojos” admirados, de objeciones marginales a sus ideas atrevidas, de interrogaciones a sus párrafos oscuros. Y solamente así – después de haberlo hecho viajar en tranvía, después de haberse introducido con él a la cama – podrá decir que ha leído ese libro, que lo ha poseído, que lo ha amado.
Es por este motivo que el amante de los libros es intolerante con los libros ajenos. Leer un libro ajeno es como leer un libro a medias. Si el libro es nuevo el lector necesitará observar cierta cortesía – forrarlo, probablemente – necesitará, además, ser condescendiente con sus ideas, aceptar políticamente algunos puntos discutibles, combatir de continuo sus impulsos voraces y contentarse, por último, a dar aquí y allá un ligero toquecito a fin de no hacer ostensible, a ojos del propietario ese abuso de confianza. Si el libro prestado es viejo y releído la situación cambia radicalmente. El lector se enfrentará a él con la animosidad, con el escepticismo de quien se apresta a recorrer una floresta ya explorada, de la cual se ha recogido sus más sabrosos frutos. Cuando más, se limitará a descubrir algún rincón oculto que pasó inadvertido al propietario y en el cual pondrá el regocijo de un verdadero hallazgo.
Por esta misma razón el amante de los libros no puede frecuentar las bibliotecas públicas. El acto le parecerá tan humillante y pernicioso como visitar las casas de tolerancia. Los libros puestos a disposición de la comunidad son libros indiferentes, son libros fríos con los cuales no nace un acto de verdadero amor, no se crea una relación de confianza. Frente a ellos, solamente, podrá a veces practicarse algún acto de brutalidad, como arrancar una de sus páginas. Hay gente, sin embargo, que sólo lee en las bibliotecas públicas, y esto revela, en el fondo, una profunda incapacidad para amar.
Un libro leído y amado es un bien irremplazable. Al gran lector no le pesará perder o regalar algún libro suyo podrá adquirir otro idéntico. Para el verdadero lector no existen libros idénticos, por semejantes que sean. Cada libro es para él una amistad con todas sus grandezas y sus miserias, sus disputas y sus reconciliaciones, sus diálogos y sus silencios. Al releer estos libros – el amante es sobretodo un relector – irá reconociendo sus horas perdidas, sus viejos entusiasmos, sus dudas inútiles. Un libro amado es un fragmento de la vida. Perdido el libro queda un vacío en la memoria que nada podrá remplazar. Los verdaderos amantes de los libros inscriben su vida en ellos. Se podría adivinar el carácter de una persona, se podría incluso trazar su biografía, examinando no sólo qué libros ha leído, sino cómo los ha leído.
El amor a los libros, como toda pasión violenta, está sujeto a una serie de arbitrariedades. A menudo, por atención al formato, se es injusto con el contenido. Es frecuente tener a nuestra disposición durante muchos meses un libro sin que nos dignemos a abrirlo porque su encuadernación nos produce una viva antipatía. Un amigo me confesaba que durante mucho tiempo Stendhal le pareció un mal escritor porque la edición de “Rojo y Negro” que tenía era una edición vulgar, mal vestida, plena de errores tipográficos. Pero le bastó ver la misma novela en una bella vitrina, ataviada no se sabe para qué feria, para que de inmediato cobrara por ella una simpatía irresistible. La consiguió, naturalmente, y hasta la fecha – la novela – no la ha quitado de su cabecera.
Esto no quiere decir que el amante de los libros se deje seducir por el lujo. Para él una edición áspera al tacto, una edición plebeya será tan inadmisible como una en papel Holanda. Hay libros que por su insolente belleza intimidan: su forro de piel, el oro que recarga su superficie nos indican de inmediato que debe tratarse de un libro caro, de un libro incómodo y difícil de usar, al cual no podremos, por ejemplo, poner en la mesa de un restaurante sin que corra el peligro de mancharse. Despertaría, además, la codicia de nuestros amigos, y no faltaría alguno que lo pidiera prestado por una noche y no lo devolvería jamás.
Un libro, para ser amado, necesita poseer otras y más delicadas cualidades. Necesita en realidad, un mínimo de decoro, de gusto, de misterio, de proporción; en suma aquellas cualidades que podemos exigir, discretamente, en una mujer. Por esta razón es que entre las mujeres y los libros existen tantas secretas correspondencias. Hay libros que terminan su vida solitarios, que jamás encuentran un lector. Hay lectores que jamás encuentran su libro.”

Diario “El Comercio”, Lima, 14 de julio de 1957.




Al leerlo sonreía, identificado con algunas situaciones indicadas en esas líneas, como el de sellar algunos libros cuando empecé a leer, o de olerlo al sacarlo de la bolsita transparente que lo protegía al hacerme de algunos en el Jr. Quilca en el centro de Lima. Hasta ahora tengo la costumbre de llevar un lápiz conmigo y encerrar en un círculo las palabras que desconozco, sobretodo si es un libro en portugués, últimamente, y correr a la computadora. Confieso que ahora es más fácil: abrir la web de un diccionario es más rápido que ir a sacar un tomo de la RAE y buscar la página adecuada con la definición de la palabra procurada.
El libro comienza con el texto “En Torno a los Diarios Íntimos” que de anacrónico no tiene nada en nuestros días, y podría muy bien adaptarse a lo que ahora son los blogs.

“El primer elemento propio de todo diario íntimo es la cotidianidad, entendiendo este término en una acepción un poco elástica, como una suerte de periodicidad en las anotaciones. Es raro encontrar un diario íntimo llevado rigurosamente día a día. Con excepción de los diaristas que podrían llamarse profesionales, aquellos para quienes el diario es la única o la más importante de sus obras, la mayoría lo lleva en forma irregular, de acuerdo al ritmo impuesto a los avatares de su existencia.”(fragmento)

El texto además nos devela, haciendo comparaciones, de diarios de grandes autores como Víctor Hugo, Kafka, André Gide, Paul Klee, hasta de autores desconocidos (iluminando mi ignorancia) como Ernst Junger, los hermanos Goncourt, Louise de Hompesch, Amiel, Ernest Blum, Gabriel Marcel y un largo etc.

Así, en cada texto hace mención de varios autores y sus obras, muchos desconocidos por mi, incluso los de mi propio país, caso de José Diez Canseco con su novela “Duque”, a la que le atribuye carencia de “dimensiones y profundidad suficientes para aspirar a ser la novela de Lima”, (el texto se titula “Lima, Ciudad sin Novela”, escrito en mayo de 1953, previo a los relatos de Congrains y de Salazar Bondy, resaltando la editora esto a pié de página) pero también reconoce en el mismo autor a “un cuentista de singular maestría en el ambiente costeño que no consigue con esa novela iguales resultados”.
Tras leer esta crónica descubro a José Diez Canseco, autor de “Estampas Mulatas”, “El Mirador de los Ángeles” y “Suzy”, así como también muchos, muchos realmente, autores extranjeros.
Otras sabrosas crónicas son:
“Peruanos en París”, donde detalla y clasifica a los tipos de peruanos con los que te podrías encontrar en esta ciudad en aquel lejano agosto de 1957.
“Flaubert y la presunta peruana”, donde narra, con detalles y basado en cartas a amigos y familiares documentados en libros, sobre Eulalia Foucaud de Lenglade, la supuesta compatriota y efímera amante del gran escritor.
“Las Discusiones”, aquí filosofa en contra de aquel viejo dicho: “de la discusión nace la luz”, por llegar a la conclusión de que aquello es “contentarse con una idea recibida y revela un desconocimiento vergonzoso de la naturaleza humana.”
No menos interesantes son sus textos “Gustav Flaubert y el Bovarismo”; “El Caso Françoise Sagan”; “Ernest Robert Curtius y la Literatura Francesa”; “José María Arguedas o la destrucción de la Arcadia”; “Dos Diaristas Peruanos”; “Chariarse o el vate vagante”; “Los Ríos Profundos”, “Algunas digresiones en torno a El Otoño del Patriarca”, entre otros, donde analiza a estos autores y/o sus obras.
Una joyita.

martes, 20 de abril de 2010

Amadeu Moscatel



Vinícola Cave De Amadeu Ltda.; Amadeu Moscatel; Safra 2008; 7,5% Grad. Alc.; Região de Bento Gonçalves, Rio Grande Do Sul, Serra Gaúcha, Brasil.

Otro espumante nacional, de la misma uva pero con nítidas diferencias:
este Amadeu pareciera que formara más “bolitas” al servirlo, su color es más claro en comparación al Casa Perini anterior, es de un amarillo más tenue, es de un olor más intenso, no necesitas acercarte mucho a la copa para percibirlo, olor algo cítrico muy agradable, denota también menor gasificación que el anterior mencionado; el Casa Perini denotaba una mayor gasificación, éste está en la medida correcta. Aunque es un Moscatel no se percibe tan dulce, tiene un toque de acidez que no incomoda, que lo hace (para mí) más agradable, más equilibrado. A Cris le gustó más el anterior (en ese aspecto) que fue más dulce. La sensación al probarlo también fue de menor gasificación que el anterior: perfecto en ese punto. De sabor frutado con bastante equilibrio también.
Lo curioso de este espumante es que reseña el año de la zafra, cosa poco común (primera vez que veo eso) en este tipo de bebidas. El Casa Perini fue agradable, pero éste Amadeu estuvo mucho mejor por equilibrar el dulzor típico de un Mocatel con ese toque de acidez, algo cítrico, que hace que no lo sientas tan dulce como se espera. Muy agradable.

martes, 13 de abril de 2010

Montes Alpha, Pinot Noir 2007




Viña Montes; Montes Alpha; Pinot Noir 2007; 14% Grad. Alc; D.O. Valle de Leyda, Chile.


Hace poco comentaba en el excelente blog que tiene una compatriota (de lindo nombre ella; tocaya de mi esposa) en el diario decano de nuestro país, El Comercio, que para conocer vinos de un país debes saber un poco de la geografía de esa nación. Recuerdo que de niño coleccionaba sellos: tenía de casi todos los países, nada importante seguro, pero muy gratificante para un niño entre 9 y 13 años, y, como jugando, sabía en ese entonces todos los países, capitales, monedas, fauna (ese era mi tema filatélico), y todo lo referente a aquellos países. Bueno, en vinos creo que debería suceder algo parecido. Mientras bebíamos anoche trataba de imaginar dónde estaba situado ese Valle de Leyda puesto que en la etiqueta frontal y trasera no lo indica: no supe ubicarlo en mi memoria. Este valle está ubicado a 90 km. de Santiago, y, estando más cerca al Pacífico el área recibe los vientos fríos de la Corriente de Humbolt. Este valle obtuvo el D.O. por decreto ley en el 2002.
Su ficha técnica indica que para éste vino sus uvas fueron maceradas en frío a 10 grados C. por 7 días y luego fermentadas. El 60% del vino fue envejecido en barricas de roble francés por 12 meses, y el otro 40% no tuvo envejecimiento. El 20% de estas barricas de roble fueron nuevas. Luego el vino fue filtrado y embotellado. Ahora sí, el vino:
la primera impresión es sobre el corcho: parece más largo. Como guardamos los corchos de los vinos degustados, saqué el del Montes Selección Limitada que también fue de la misma cepa, y sí, es 1cm y poco más largo. ¿Influye en algo? Quizá sí. No lo sé. El vino ya en las copas no deja lágrimas, es de corpulencia mediana, y de un violeta con intensidad media también. Su aroma es suave, delicado (a Cristina le encantó aquello) pero conforme va pasando el tiempo su aroma se vuelve más intenso sin llegar a ser exagerado, con sensación de frutas rojas. Luego de un tiempo parece denotar algo de roble, pero es muy suave. Al probarlo vino lo mejor: en la primera copa se percibe una astringencia algo menor que medio, quizá sólo un punto al centro del paladar, no te cierra la boca, sus taninos son delicados, de acidez casi imperceptible, no parece un vino complejo más sí elegante. En la segunda copa fue diferente: la astringencia fue algo mayor, no mucho, igual no te cierra la boca pero te envuelve con su sabor. Su acidez aumentó algo pero igual sin perder la elegancia. Es muy agradable en la boca (“muito gostoso” como dice ella). De final medio: no es potente, es un vino elegante: llegó a ser una muy agradable experiencia.

La guerra conyugal, Dalton Trevisan



A Guerra Conjugal, 1969
Editora Civilização Brasileira, 2da edición 1970, ejemplar 588.

Un escritor muy importante y leyenda viviente en la literatura de este país es el curitibano Dalton Trevisan. Él tiene una vasta obra en su haber. La lectura fue rápida, su prosa te envuelve con facilidad. En esta obra encontramos 30 cuentos: todos tratan en base al tema de las relaciones de pareja. Sus personajes son parias, lo que me hace recordar al autor del libro anterior: Julio Ramón Ribeyro, que en sus cuentos encuentro personajes similares. En esta obra las parejas, personajes principales de cada cuento, llevan el mismo nombre: João y María, quizá justamente para graficarlos como personas igual de comunes que sus nombres. Las escenas descritas son de situaciones diversas, en diferentes estratos sociales, y las tramas se desarrollan en Curitiba.
El libro empieza con el gran relato: “O Senhor meu Marido”, pero este cuento lo retomaré al final.
Los textos son de gran calidad. “A Morte do Rei da Casa”, donde la infidelidad está presente pero, a diferencia del cuento anterior, aquí esto causa la sorpresa normal en uno de los personajes.

“Diecinueve años vivió la pareja en paz, hasta el día en que D. María recibió la siguiente carta: -“Tu marido tiene otra. El nombre de ella es…. ¡Rosinha!-. Un amigo.”

El cuento trata en cómo María repara -luego de aquel aviso- detalles notorios, que delataban ya una posible infidelidad, y que no percibía antes. Excelente trama.
En “O Leito de Espinhos”, la historia es muy interesante porque los personajes comienzan con una personalidad marcada y conforme va pasando la historia van intercambiando de carácter, llegando a ser, al final, ella como era él al inicio, y viceversa. Así, el texto comienza con el matrimonio de María y João, donde todo era felicidad, y a la media hora de estar en el cuarto nupcial ya empezaron las peleas, por creer él (sin ver la prueba en las sábanas) que María no era pura.
Encuentras que no siempre son los personajes varones los malvados: se van intercalando esta característica en varios cuentos, así se ve nuevamente en “O Martírio de João da Silva”.
“O Anjo da Perdição”, es quizá el cuento más extenso, pero está tan bien escrita la conversación entre los personajes, con un fino sentido del humor, que se llega a leer muy rápido. Trata de la conversa entre un hombre casado maduro y de ella, una joven con poses de inocente (sólo poses) que se deja seducir de a pocos, disfrutando por igual de las caricias recibidas como de las frases pomposas del caballero, las cuales no estaba acostumbrada recibir.

- No está bien que usted coja mi mano. Total, soy novia del sargento, y lo que estamos haciendo es una traición, ¿no lo es doctor?.
- Traición ninguna. Ser novia no es ser monja. Mi cariño por ti es de padre. Me contento con mirar ese rostro tan lindo….- mientras uno de sus brazos trabajaba intentando subirle el vestido, siempre con desvariados elogios para cada pedacito de su cuerpo.- Esta imperfección – por la pequeña cicatriz en el cuello- , ¡es la mayor perfección de la naturaleza!
Acabó envolviéndola entre sus brazos.
- ¡El señor no me puede forzar!- retrayéndose, dejando duro su cuerpo, con ojos enemigos.
- No tenga miedo mi ángel. Siéntese un poco más. Una conversación no hace mal. La línea del amor – mirándole la mano y haciéndole cosquillas en la palma -, revela que es esclava de la lujuria.
- Creo que no le gusto al sargento.
- ¿Por qué?
- Él nunca me dice eso.
- Si no lo hace es porque es un bruto. Quien mira ese rostro tan dulce – pellizcándole el cachete con la mano trémula – no puede dejar de decirlo. Tú lo que necesitas es de cariño.
- ¿El doctor es así de cariñoso con sus hijos?
- Contigo es diferente. Para mi eres un ángel perdido del cielo.
(Extracto)


Los cuentos “O Críme Perfeito”; “A Normalista”; “A Noiva do Diabo”; “Idílio Campestre”; “A Última Carta”; “Quarto de Horrores”; “A Traição da Loura Nua”; “Este Leito que é o Meu, que é o Teu” siguen esa línea, dejándo un gran sabor y con ganas por querer continuar ya con la siguiente historia.

Mención aparte para los cuentos “Paixão Segundo João” y “Os Mil Olhos do Cego” ya que tienen un tema en común: la homosexualidad. Las historias son relatadas con un fino sentido del humor.

El cuento “O Senhor meu Marido”, es diferente, una traición y un marido sumiso. Con un final diferente.

João está casado con María y vivían juntos en una casa pequeña de dos piezas en Juvevê: era una calle de barro y él no quería que la esposa se mojase los pies. El defecto de João era ser demasiado bueno: le daba todo lo que ella pedía.
Mozo del "Buraco do Tatu", trabajaba hasta muy tarde; una noche regresó a casa más temprano encontrando a sus hijas solas, y a la menor con fiebre. João le trajo agua con azúcar, y cuando ella se durmió se fue a la esquina a mirar la calle. María llegaba abrazado de otro hombre, despidiéndose con un beso en la boca. Embistió furioso contra los dos, el amante corrió y la esposa de rodillas pidió perdón en nombre del hijo que llevaba en el vientre.
João era bueno, era manso, y María era única, para él no había otra: se mudaron de Juvevê para Boiquerão, donde nació la tercera hija. Ellas eran las nuevas Marías: María da Luz, María Dores, María da Graça. Con tantas Marías él confiaba que su mujer se encaminase; en poco tiempo la encontró de bata lanzando besos volados a un sargento de la policía.

Triste era el regreso a casa: sorprendió al sargento en cueros saliendo por la ventana. Con la ilusión de que María se arrepienta, juntando sus ahorros y las propinas de mil noches en pié (¡ay!, sus pobres piernas, azules de varices) construyó unos pequeños cuartos en Prado Velho.

María era pecadora de alma, cuerpo y vida, no se arrepentía de sus errores. Ni bien nuestro João le daba la espalda, ella dejaba a las hijas con la vecina y salía, toda pintada. Se volvió amante del chofer de la línea de ómnibus Prado Velho – Praça Tiradentes: subía gloriosamente por la puerta del frente, sin pagar pasaje.
Una noche la casa fue apedreada. Era la esposa del chofer que quebraba todos los vidrios. María despertó a las hijas y golpeaba en ellas para que llorasen a los gritos. Con tal escándalo João vendió a pérdida el inmueble y se mudaron de Prado Velho a Capanema.

Ahí María anduvo de amoríos con un malandro de fino bigote y zapato marrón de punta blanca.

Él no se preocupaba con salir, recibía al fulano con él en casa. Era el célebre Candinho, de las noches alegres, quien deslumbraba a as niñas con caramelos de miel y trucos de magia con cartas.

João encontró un calzoncillo de seda extendido en el tendedero; con una preciosa "C" bien grande. Rasgó la prenda en tiras y convidó a la cuñada a casa, rogándole que hable con la hermana. Pobre de él: ella era otra perdida. Candinho apareció con un compañero, que afanaba a la cuñada. María preparaba emparedados con refresco de maracuyá. Encerradas en el cuarto, las niñas escuchaban las risas de la mamá.
João no tenía suerte: regresó antes de lo normal y el amante estaba ahí. Incitado por la mujer, Candinho no huyó, y los dos hombres se pusieron a discutir. El marido agarró un cuchillo afilado y María de brazos abiertos cubrió el cuerpo del amante.
João reparó en el volumen de la barriga y dejó caer el arma. Con dolor en su corazón, él durmió en la sala hasta el nacimiento de la cuarta hija: otra María para intentar desviar a la mujer del mal camino. La esposa salió de la maternidad y se mudaron nuevamente, de Capanema para Mercês.

Mujer sin juicio: comenzó de nuevo con el tal Candinho. Un domingo, con João en casa, inventaba para salir a comprar remedios para una de las hijas. Él exigía entonces que llevase consigo a la mayor. Ahí se iban los tres: la mujer, la hija y el amante, a comer pollito. La niña tenía que prometer que no contaría nada sino se iría directo al infierno. La niña se sentía culpada delante del papá y sólo conseguía dormir de luz prendida; la obscuridad estaba llena de diablitos.

João soportó las mayores vergüenzas en público y en la presencia de las hijas. La mujer no se corregía. Tan flaco era que estaba todo esquelético, con una llaga en el duodeno.

Se llevó a la suegra a casa y se mudaron de Mercês para Água-Verde. Otra vez, encontró el patio un calzoncillo con las iniciales con florecitas, esta vez acompañado de una camisa. João expulsó a la suegra y luego mostró las ropas a la hija mayor que, abrazándolo, reveló que ella y las hermanas quedaban encerradas en el cuarto solitas hasta la una o dos horas de la madrugada en cuanto mamá paseaba en la calle. Ella llegaba con un señor perfumado, que les ofrecía caramelos de miel y su nombre era "tío Candinho". La mamá le servía tallarines con vino tinto, y reían mucho, pero ella no podía dormir por acordarse de él, su papá, corriendo sin descanso entre las mesas. Antes que João decidiese una nueva mudanza, esta vez de Água-Verde para Bigorrilho, Maria huyó con el amante, dejando un recado pegado con goma de mascar en el espejo del tocador:

“Siendo usted mi marido, un insensible sinvergüenza, sepa que luego regreso a buscar a las niñas, que son de mi sangre, y digo mi sangre porque usted sabe bien que de la suya no son. Usted no pasa de un extraño para ellas. En caso usted no sea buenito yo revelaré el nombre del verdadero padre, no sólo a ellas, sino también a todos tus colegas del “Buraco do Tatú". Ya me cansé de ser siempre señalada como culpada, digo eso para que usted no sea un cretino y salga corriendo atrás de un trasero en una falda. Sólo desprecio es lo que siento por usted, sabe muy bien que para mí usted no vale nada.”

Once días después María telefoneó para que por caridad fuese a buscarla. Enferma y hambrienta, abandonada por Candinho en una pensión de mujeres. João era manso y María era única, para él no había otra. Fue a su encuentro a la pensión. Ella con feas heridas por todo el cuerpo. Gracias a los cuidados de João sanó rápidamente. Prueba de su mejoría, un calzoncillo con inicial diferente se agitaba en el tendedero.
Sin cuenta de los barrios en Curitiba: se mudaron para Bacacheri, después de ahí para Batel (donde nació una hija más) y por ahora, están bien felices en una casita de madera en Cristo Rey.


Tiene un final inesperado: un final feliz, o quizá no tanto. Siempre pensaba que me eran desagradables los finales felices, hasta que leí ese cuento: excelente texto, excelente libro.